viernes, 24 de abril de 2009


¿Cómo pudiste?


Cuando yo era un cachorrito yo te entretení­a con mis travesuras y te hací­a reí­r. Tú me llamabas tu niño y a pesar de que te mordí­ un sinnúmero de zapatos y te destruí­ un par de almohadas, yo me convertí­ en tu mejor amigo. Aunque yo era "malo" tu me señalabas con tu dedo tembloroso y me preguntabas "¿Cómo pudiste?", pero luego tu cedí­as y me tomabas para rascarme la barriga.
Mi cuidado de la casa fue mas corto de lo que yo esperaba, debido a que tu estabas terriblemente ocupado, aunque trabajábamos juntos. Yo recuerdo aquellas noches contigo en la cama y me acariciabas la nariz, escuchándote tus confidencias y tus sueños secretos y yo creí­a que la vida no podí­a ser más perfecta.
Nosotros hací­amos largas caminatas y corrí­amos en el parque, montábamos en carritos y parábamos para tomar un helado (yo sólo tení­a el cono), porque tu me decí­as "el helado es malo para los perros". Yo tomaba largas siestas bajo el sol, esperando por tu regreso a casa al finalizar al dí­a.
Gradualmente tu empezaste a gastar más tiempo en tu trabajo y en tu carrera y más tiempo buscando un compañero humano. Yo esperaba por ti pacientemente, confortándote tu roto corazón y tus desplantes. Nunca te reprendí­ acerca de tus malas decisiones y celebraba con júbilo tu regreso a casa y cuando estabas enamorado.
Ella, ahora tu esposa no es una "persona perro" todaví­a le doy la bienvenida a ella en nuestra casa, tratando de mostrar afecto y obedeciéndole. Yo era feliz, porque tú eras feliz. Entonces los bebés humanos llegaron y yo compartí­ contigo lo excitante de esto. Yo estaba fascinado con sus travesuras, con su olor y yo querí­a ser la madre de ellos también. Solamente ella y tu se horrorizaban de que yo pudiera hacerles daño y yo pasé mucho tiempo desterrado en otra habitación o en el guacal para perros. ¡Oh! cuánto los amaba, hasta convertirme en un prisionero de amor.
Cuando ellos comenzaron a crecer, yo me convertí­ en su amigo, los lamí­a, mientras ellos galopaban sobre mi espalda; con sus dedos hurgaban mis ojos y mis orejas, dándome, además besos en mi nariz. Yo ame cada cosa de ellos, sus caricias - porque tus caricias ahora son infrecuentes - y yo hubiera defendido la vida de ellos, con mi vida si hubiera sido necesario.
Me gustaba meterme en sus camas y escuchar sus temores y sus sueños secretos y todos juntos esperábamos el sonido de tu carro en la calle. Hubo una época, cuando otros te preguntaban si tu tení­as un perro, tu sacabas mi foto de la billetera y les contabas historias sobre mí­; pero desde hace pocos años tu respondes sólo sí­ y cambias de tema. Yo habí­a pasado de ser "tu perro" a ser sólo "un perro", y tu te quejabas de cada gasto sobre mi mantenimiento.
Ahora tu tienes una nueva oportunidad de carrera en otra ciudad y tu y ellos se estarán mudando a un apartamento donde no permiten perros. Tú has tomado la correcta decisión por "tu familia", pero hubo una época en la que yo era tu única familia.
Yo estaba excitado montado en el carro, hasta que llegamos a la perrera. Me olí­a a perros y a gatos. Tu llenaste el formulario de entrada y dijiste: "yo se que ustedes encontraron un buen hogar para ella"; ellos encogieron los hombros y le te hicieron un guiño. Ellos entendieron la verdadera cara de un perro de mediana edad.
Tu tuviste que separar los dedos de tu hijo abrazado a mi collar cuando él gritó "¡no papá, no permitas que ellos se queden con mi perro!". Yo quede preocupada por él, pero que lección la que tu aprendiste de tu hijo, acerca de la amistad y de la lealtad, acerca del amor y de la responsabilidad y acerca del respecto por toda forma de vida. Tú me diste un adiós, acariciando mi cabeza, mirándome a los ojos y educadamente rehusándote a tomar mi collar y traí­lla contigo. Tú tení­as un lí­mite de tiempo para este tiempo y ahora, yo también lo tení­a.
Después de que tu me dejaste, dos lindas señoras dijeron que tu probablemente sabí­as que te mudarí­as meses atrás y no habí­as hecho el intento de encontrarme un buen hogar; ellas asentaron sus cabezas y se preguntaron ¿Cómo pudiste?
Hay cierta cortesí­a en la perrera para nosotros, siempre y cuando los complicados horarios lo permiten. Ellos nos dan de comer por supuesto, pero yo perdí­ mi apetito hace dí­as, casi siempre alguien pasa frente a mi corral, yo me precipito esperanzada de que fueras tu - que has cambiado de parecer - lo que fue un mal sueño, o yo esperaba a que fuera alguien con caridad, que pudiera salvarme.
Cuando yo me di cuenta, yo no podí­a competir por la atención con las travesuras de los cachorros felices. Obviamente, me desvanecí­ y me retraje a una esquina lejana a esperar.
Yo escuché los pasos de ella, cuando vino a recogerme al final del dí­a y yo chapoteé a través de un ala lateral después de que ella me puso en una habitación separada. Una feliz y tranquila habitación, ella me acompañó, revisó mis orejas y me dijo que no me preocupara. Mi corazón latí­a más rápido de lo acostumbrado, pero también habí­a una sensación de realidad. El prisionero de amor volvió en dí­as. Como es mi naturaleza, yo estaba inquieto acerca de ella. Descubrí­ la pesada carga que ella llevaba sobre sí­; a pesar de que lo disimulaba con humor.
Ella gentilmente colocó un torniquete alrededor de mi brazo y yo lamí­ su mano, de la misma forma que lo hací­a para confortarte años atrás. Ella expertamente me aplicó una inyección con su aguja hipodérmica en mi vena y yo sentí­ un punzón y un lí­quido fresco corriendo a través de mi cuerpo, yo caí­ en sueño profundo mirando sus lindos ojos, murmurando: ¿Cómo pudiste?
Sin embargo a que ella entendió mi hablado de perro, ella manifestó "lo siento tanto". Ella me abrazó y rápidamente me explicó que era su trabajo y que para estar segura yo irí­a un mejor lugar, donde yo no serí­a ignorada, o abusada o abandonada y no tendrí­a que ganarme la vida por mi misma. Un lugar de amor y de luz, muy diferente a este lugar terreno. Con un último trozo de energí­a yo traté de expresarle a ella con la punta de mi cola que mi ¿Cómo pudiste?, no estaba dirigido a ella, era para ti. Yo creeré en ti y te esperaré por siempre.
Podrí­a alguien en su vida continuar para mostrarle lo mucho de su lealtad.

Translated from the original English by Henry Cuevas of Bogotá, Colombia
http://jimwillis0.tripod.com/tiergarten/id5.html

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