martes, 21 de abril de 2009



Mataderos

Existen aproximadamente 1.314 mataderos de clase III a IV y planchones, que procesan el 50% del consumo nacional entre mercados locales y demandas en ciudades próximas; y que son responsables de generar altísimos niveles de contaminación en importantes fuentes de agua afectando las condiciones medio ambientales y la calidad de vida de nosotros mismos y futuras poblaciones, un impacto sanitario y ambiental que toca a más del 70% de la población colombiana. Pero en este caso haremos énfasis en el departamento del valle del Cauca basados en los informes de su contraloría.
La mayor parte de infraestructura está localizada en zonas residenciales con focos potentes de contaminación, y el 99% de estos mataderos no cuentan con un sistema de tratamiento de aguas residuales adecuado, y cuyos desechos son vertidos directamente a un cuerpo de agua, al alcantarillado, o simplemente a campo abierto.

De igual manera el incumplimiento de las normativas de higiene y prevención son precarias como la asistencia de las entidades de control: UES (Unidad Ejecutora de Saneamiento), CVC o las alcaldías municipales que en su mayoría administran estos centros de sacrificio.

No hay programas de capacitación sanitaria y procedimientos escritos para limpieza, desinfección, control de plagas y procesos de sacrificio que de deberían estar en busca de condiciones para la dignidad animal, pero contrario a esto están dispuestos de cualquier manera y en cualquier situación como lo encontró la contraloría auxiliar de recursos naturales y medio ambiente en las visitas a los mataderos. Los factores de riesgos para parte y parte son preocupantes, situaciones que van desde el sufrimiento sin reparo de los animales; enfermedades como la Brucelosis; el impacto ecológico, hasta situaciones de carácter preventivo como que el 70% de estos mataderos tengan un acceso fácil para personas y animales.
Y es que la libertad, la igualdad y la dignidad no son de uso exclusivo de algunos porque el sufrimiento, el dolor y las ganas de vivir no tienen excepciones, no entienden de raza, clase social, sexo o especie; pero tampoco dependen de una ley o de entidades de control, dependen de cada uno de nosotros, puesto que no son las leyes las que nos liberaran, somos nosotros y nosotras dueños de nuestras acciones, quienes las elegimos y decidimos.


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